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El Papa invita a ser como los 5 nuevos santos: “Luces amables” en la oscuridad del mundo

nuevos santos
Ceremonia de canonización del Cardenal Newman y cuatro beatas. Crédito: Daniel Ibáñez (ACI)

El Papa Francisco celebró este 13 de octubre la Misa de canonización del Cardenal John Henry Newman, Giuseppina Vannini, María Teresa Chiramel Mankidiyan, Dulce Lopes Pontes y Margarita Bays; e invitó a los fieles a ser como los cinco nuevos santos: “‘Luces amables’ en medio de la oscuridad del mundo”.

Ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice agradeció por los cinco santos “que han caminado en la fe y ahora invocamos como intercesores”.

En la homilía, el Papa Francisco aseguró que las tres religiosas hoy canonizadas “nos muestran que la vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo”.

Mientras que la laica Santa Margarita Bays, “una costurera, nos revela qué potente es la oración sencilla, la tolerancia paciente, la entrega silenciosa. (…) Es la santidad de lo cotidiano, a la que se refiere el santo Cardenal Newman”.


Y animó a pedir al Señor ser como estos nuevos santos, “’luces amables’ en medio de la oscuridad del mundo”.

Tomando el Evangelio de este domingo, el Papa recordó que los leprosos del Evangelio que piden a Jesús ser curados y explicó que no se dejaron paralizar” por las exclusiones de los hombres y gritan a Dios, que no excluye a nadie”.

“Es así como se acortan las distancias, como se vence la soledad: no encerrándose en sí mismos y en las propias aflicciones, no pensando en los juicios de los otros, sino invocando al Señor, porque el Señor escucha el grito del que está solo”.

El Papa Francisco también hizo referencia a otros enfermos y necesitados que llamaron a Jesús por su nombre para ser salvados. “Llaman a Dios por su nombre, de modo directo, espontáneo. Llamar por el nombre es signo de confianza, y al Señor le gusta. La fe crece así, con la invocación confiada, presentando a Jesús lo que somos, con el corazón abierto, sin esconder nuestras miserias”, precisó.

Y animó a invocar “con confianza cada día el nombre de Jesús: Dios salva. Repitámoslo; es rezar. La oración es la puerta de la fe, la oración es la medicina del corazón”.

El Papa también explicó que los leprosos del Evangelio quedan curados “después de caminar”, “se curan al ir a Jerusalén, es decir, cuando afrontan un camino en subida”.

“Somos purificados en el camino de la vida, un camino que a menudo es en subida, porque conduce hacia lo alto. La fe requiere un camino, una salida, hace milagros si salimos de nuestras certezas acomodadas, si dejamos nuestros puertos seguros, nuestros nidos confortables. La fe aumenta con el don y crece con el riesgo. La fe avanza cuando vamos equipados de la confianza en Dios”, aseguró.

También explicó que “la fe se abre camino a través de pasos humildes y concretos, como humildes y concretos fueron el camino de los leprosos”.

De los 10 leprosos que fueron curados en el Evangelio, tan sólo uno volvió para agradecer a Jesús.

“Nuestra tarea, de nosotros que estamos aquí para “celebrar la Eucaristía”, es decir, para agradecer, es nuestra tarea hacernos cargo del que ha dejado de caminar, de quien ha perdido el rumbo: somos protectores de nuestros hermanos alejados. Somos intercesores para ellos, somos responsables de ellos, estamos llamados a responder y preocuparnos por ellos”.

“¿Quieres crecer en la fe? Hazte cargo de un hermano alejado, de una hermana alejada”, aseguró el Papa

En ese sentido el Papa explicó que “sólo al que agradece Jesús le dice: “Tu fe te ha salvado” No sólo está sano, sino también salvado”.

“Esto nos dice que la meta no es la salud, no es el estar bien, sino el encuentro con Jesús. La salvación no es beber un vaso de agua para estar en forma, es ir a la fuente, que es Jesús. Sólo Él libra del mal y sana el corazón, sólo el encuentro con Él salva, hace la vida plena y hermosa”, precisó.

Además explicó que “cuando encontramos a Jesús, el ‘gracias’ nace espontáneo, porque se descubre lo más importante de la vida, que no es recibir una gracia o resolver un problema, sino abrazar al Señor de la vida”.

Y precisó que cuando somos agradecidos “el Padre se conmueve y derrama sobre nosotros el Espíritu Santo”.

“Agradecer no es cuestión de cortesía, de buenos modales, es cuestión de fe. Un corazón que agradece se mantiene joven. Decir: ‘Gracias, Señor’ al despertarnos, durante el día, antes de irnos a descansar es el antídoto al envejecimiento del corazón. Así también en la familia, entre los esposos: acordarse de decir gracias. Gracias es la palabra más sencilla y beneficiosa”.

Fuente: ACI prensa

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