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8 claves para que las familias fortalezcan la esperanza en medio de la pandemia

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En medio de la pandemia de COVID-19, muchas familias han sufrido por la pérdida de trabajo, la muerte de algún ser querido, o se encuentran luchando por no caer en el desánimo.

Ante ello, en el 2020, el Arzobispo de Bogotá (Colombia), Mons. Luis José Rueda Aparicio, brindó algunos consejos para fortalecer la virtud de la esperanza ante la “tan sorpresiva y exigente” etapa que a la humanidad le toca vivir.

La carta se titula “La esperanza nos da un nuevo ritmo”, y en ella Mons. Rueda invita a las familias a recordar la frase de San Agustín: “Reza como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti”, como luz en el camino en medio del dolor causado por la pandemia del coronavirus.

1. Reconocer que todos somos frágiles

El Prelado les reafirmó su preocupación, cercanía y solidaridad con todos los que sufren por las consecuencias de la pandemia y los invitó a reconocer la fragilidad compartida que el mundo experimenta hoy en día.

“Nos duele el sufrimiento de tantas familias que han vivido el drama del contagio, la incertidumbre provocada por las limitadas posibilidades de atención y la muerte de sus seres queridos sin posibilidad de despedirlos. Sufrimos con aquellos que viven solos y han tenido que afrontar esta cuarentena más aislados que antes”, señaló.

También se refirió a los que “han perdido el empleo y la de tantos sectores de la población que representan trabajos informales” y a los “sin techo, como son las personas en condición de calle, los migrantes y los desplazados a causa de los conflictos sociales”

“Nos solidarizamos con los médicos, las enfermeras y todo el personal sanitario, quienes atienden de manera directa el dolor de los enfermos”, dijo.

 2.  Reconocer que todos nos necesitamos

Luego, el Prelado, afirmó que en esta crisis “las personas corren el riesgo de sentirse solas y abandonadas en medio de la tragedia” y advirtió que “la peor de las fragilidades es aquella que nos hace indiferentes o egoístas aún en medio de tanto dolor”. 

Por ello, llamó a las familias a que en la medida de sus posibilidades, hagan sentir acogidas, acompañadas, consoladas y atendidas a estas personas. Esto es “parte del ser comunidad de hermanos, capaces de compartirlo todo en el amor de Cristo”, señaló.

 3. Poner nuestra esperanza en Dios nos da un nuevo ritmo:

El Arzobispo recordó que si bien antes de la crisis se pensaba que con “nuestras capacidades podíamos instaurar un mundo perfecto en la economía, en la ciencia y en la política”, ahora en la prueba, se hizo necesario hallar una gran esperanza con hospitalidad, fraternidad, y solidaridad que no sea destruida por un virus o el miedo. 

Benedicto XVI enseña que “esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar”, dijo.

 4. Manifestar la esperanza con actitudes concretas

Para el Prelado, es tiempo de “un nuevo ritmo en la esperanza, capaz de movilizar todas las fuerzas humanas” y además, “es bueno que esa esperanza se manifieste, salga y se ponga en camino con pasos visibles y concretos: Misericordia, Encuentro, Diálogo y Austeridad”.

5. Hacer de la misericordia un estilo de vida

Mons. Rueda dijo que hoy Dios nos llama a recibir su “abrazo misericordioso […] para dejar que Él toque nuestra miseria y nos hospede nuevamente en su corazón” y así poder mostrar misericordia a los demás con obras diarias de amor, “hasta que ellas se conviertan en el estilo de vida personal y familiar”.

 6. Promover el encuentro de los demás con Cristo

El Prelado dijo que es un “tiempo propicio” para promover por medio de las palabras y obras el “encuentro permanente” de los demás con Cristo en el Evangelio, oración y sacramentos.

“Quien se encuentra con Cristo se encuentra consigo mismo, con los otros, con la creación, y asume el riesgo de ayudar a construir un mundo de fe, esperanza y amor”, afirmó.

 7. Ser misioneros del diálogo

El Prelado advirtió que “la ausencia de diálogo acrecienta en todos el miedo y la autodefensa agresiva” y hace caer en la tiranía, fanatismo y guerra.

Por ello, invitó a “promover la actitud del diálogo con verdad y respeto”, pues el diálogo reclama una “actitud de escucha” para percibir las diferencias, salir de la indiferencia, escuchar los clamores de los que sufren o se sienten “descartados” y así llevar a la “reconciliación social”.

“Hoy estamos llamados a ser misioneros del diálogo en la familia y en la sociedad, si logramos cultivar la actitud del diálogo, encontraremos la respuesta a muchos interrogantes de la vida y se acrecentará en nosotros la esperanza”, dijo.

 8. Vivir con una austeridad sin amargura

Mons. Rueda señaló que “la sobriedad vivida con gratitud, sin amargura, nos permite valorar lo poco que tenemos” y evitar el desperdicio.

También, dijo que enseña el compartir fraterno y “un nuevo ritmo que nos da felicidad y nos libera del consumismo”, da la riqueza de la sabiduría y forja en la familia “un nuevo estilo de vida, sin pretensiones de acumulación indebida, buscando solo lo esencial, lo fundamental”.

“El estilo de vida en sobriedad nos hace más humanos, más solidarios y por tanto más cristianos. Sólo así podremos ofrecerle al mundo la fuerza renovadora de la humildad frente a la opulencia, y todos pasaremos del pesimismo a la esperanza”, agregó.

Oración para rezar en familia

Finalmente, Mons. Rueda ofreció su oración y la de toda la Arquidiócesis a las familias. “Con ustedes somos el Pueblo de Dios en camino, con el nuevo ritmo que nos da a todos la esperanza”, añadió.

Asimismo, les recordó que hoy más que nunca “resuenan en nuestra conciencia las palabras de Jesucristo el Señor: ‘Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan confianza, ¡yo he vencido al mundo!’”.

“Que San José, custodio de la vida en el hogar de Nazaret, nos acompañe con su amor fiel. Oremos a la Virgen Madre” con la siguiente oración:  

Santa María, Madre de la esperanza: 

Bendita Tú eres, entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre: Jesús.

Te consagramos nuestra familia y la humanidad entera, 

Madre de Cristo, consuelo de los afligidos, salud de los enfermos, 

que seamos contigo misioneros de la esperanza, 

ayúdanos a ser fraternos y solidarios, 

que nuestra casa sea santuario de la vida y templo de oración confiada. 

Madre de Dios y Madre nuestra,

Madre de la esperanza, Virgen María,

ruega por nosotros y acompáñanos de noche y de día.

Amén

Fuente: ACI prensa

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