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Migrantes: humanismo y legalidad

Hay que aprender de cabeza ajena. Algo ya muy visto en Europa es la llegada de miles de refugiados, migrantes, tanto desde África como desde el Medio Oriente (por las guerras y persecuciones). Pero para México es algo nuevo, y que merece atención.

Lo migrantes por desesperación de situaciones graves en sus lugares de origen, tienen tanto justificación como imperiosa necesidad de ayuda. Dicha desesperación puede ser originada por persecuciones, guerras, inseguridad pública, sequías, hambre, sed, enfermedades. La búsqueda de ya no digamos mejores condiciones de vida, sino simplemente de la vida misma, explican su éxodo.

Pero Europa se ha enfrentado a serios problemas con los migrantes, pues no sólo se ve ante la necesidad de auxiliarlos, sino que enfrenta también problemas de invasiones grupales completamente fuera de toda ley, violando disposiciones migratorias, que cada país tiene derecho a establecer por orden público.

Pero hay algo más: dentro de los movimientos migratorios se filtran auténticos delincuentes que buscan nuevos medios de acción delictiva, hasta llegar al terrorismo. Estos traen a Europa de cabeza, pues no es fácil distinguirlos de quienes simplemente buscan salvar a sus familias del desastre.

Ya en Europa, las autoridades se han enfrentado a serios problemas de pandillerismo, acoso a la población nacional, agresiones producto de diferencias culturales y religiosas. Se han creado cotos de poder tipo guetos, que se enfrentan a las fuerzas públicas.

En otras palabras, no hay un tipo de migrantes, hay muchos, unos necesitados y otros de peligro para los países que los reciben. Hay quienes merecen trato humano y otros un trato policíaco. Unos que justifican ser acogidos y otros que deben ser rechazados.

México enfrenta ahora este tipo de casos, con las recientes oleadas de migrantes centroamericanos, que están llegando a la frontera Sur mexicana, principalmente desde Honduras (un país con altísima inseguridad pública y el mayor índice de homicidios dolosos). Nunca había pasado, pues lo que llegaba era una corriente continua de personas buscando atravesar el país, para internarse ilegalmente en los Estados Unidos, pero no en “caravanas”.

Ahora México, y precedentemente Guatemala, enfrentan el problema de miles de individuos, familias enteras, que como chusmas (aplica el término) intentan y logran entrar a México (como lo hicieron a Guatemala), algunos comportándose correctamente, pero otros, por cientos, agrediendo a las autoridades guatemaltecas y mexicanas, violentando toda Ley y destrozando propiedad federal.

Siguiendo el viejo principio de que no se puede tratar igual a los que son desiguales, México no puede tratar igual a los pacíficos y a los violentos. No puede dar igualdad de trato a quienes solicitan ingresar a México cumpliendo con la Ley y quienes actúan delincuencialmente.

Humanismo y respeto a la Ley no se contraponen, y ante estos hechos inusitados de llegadas de miles de migrantes, México debe actuar con sentido humano, pero con respeto a sus propias leyes, de otra manera recibirá serios dolores de cabeza, que se irán manifestado, tanto ante las autoridades y fuerzas públicas, como ante la población civil.

La locura de pensar que pueden entrar por miles en caravanas a Estados Unidos llevará a graves problemas de subsistencia dentro de México, de cientos de familias que quedarán atrapadas en este país. De hecho, varios miles ya han regresado a sus lugares de origen, viendo que su intención de atravesar México es un fracaso anunciado.

La conmiseración que inspiran las familias que huyen de Centroamérica, no puede caer en una injustificable ingenuidad de verlos a todos como pobrecitos migrantes que buscan mejores medios de vida con el cacareado “sueño americano”. Los mexicanos de buena voluntad deben estar conscientes de este fenómeno migratorio con diversidad tal de miembros de las llamadas caravanas. Cuidado, mucho cuidado y mente fría, aprovechando la experiencia europea.

Comunicadores Católicos

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